Comentario de la editora :)

Hace poco mi buen amiguin bloggero Freddy, puso un post que contaba una historia que me conmovió de tal forma, se titulaba “El Aguila que no voló”, al menos a mi si me movió el tapete por que me llevó recordar muchas cosas del pasado y de mi improbable futuro, me trasladó a la cima de una montaña haciéndome un montón de preguntas que aún no tienen respuesta.

Estoy completamente segura de que una de las pruebas más difíciles que cualquier humano pueda atravesar y vivir, es esa que implica el nacimiento de una idea, un deseo, un proyecto, los planes, el trabajo, la lucha, el esfuerzo, el empeño… para luego llegar al punto exacto donde todo se despeña trágicamente hacia el abismo, donde todo se desbarranca ante nuestros atónitos ojos y sin poder hacer nada, nos tenemos que despedir allí mismo de nuestros más caros anhelos.

Esta es una reverenda chingadera de este mundo, de la vida, pero pasaaaa, sucedeeee y que horror!, que les pase a nuestros amigos, a nuestra querida gente, a nosotros mismos…es el mismisimo infierno, uno nomás se jala las greñas y se pregunta por qué? Como unas 900 mil veces mínimo y por nuestro desilusionado cerebro pasan imágenes terribles de cómo parar el maldito dolor, nos tiramos del puente, nos hacemos jara kiri o alguna fregadera igual de letal.

Pienso, sin embargo, que nadie llegaría tan lejos si no abrigara la inocente idea de ganar algo, de que todo saliera bien. Allí están los juegos olímpicos, muchas comitivas de muchos países, todos compuestos por puros atletas de primer nivel, sinceramente no creo que alguno esté pensando en perder…todos están allí por la misma razón: quieren ganar. Pero el triunfo, según el código de la brutal realidad, solo puede ser para algunos cuantos escogidos.

Un amigazo hace tiempo me comentó que uno debe mentalizarse como los grandes inventores de la historia: de 999,999 pruebas con error…tiene que salir una bien, aunque sea una, una que no es cualquiera, es la que te va a catapultar a saber que no estabas mal, que tenías la razón. Y sobre todo dejar de andar buscando las famosas “señales divinas” que te hagan desistir o cambiar de parecer.

En consideración a esto último, sería ideal entender cuando estamos haciendo algo y trabajando duramente para conseguirlo con toda la conciencia y buena voluntad que ello implica y en qué momento se pueden desvirtuar las cosas y las convertimos en un complicado capricho, existe una línea que divide a ambas circunstancias, pero es casi invisible para el ojo, para la voluntad, para nuestras ilusiones.

Siempre tenemos muchas llaves y hay muchas puertas, de sabios es intuir cuál debemos abrir.